ORANDO EN CADENA

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31.10.10

PERDONA NUESTRAS DEUDAS, ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A NUESTROS DEUDORES

Perdona nuestras deudas, así como nosotros
perdonamos a nuestros deudores. Perdona nuestras
ofensas, así como nosotros perdonamos, a nuestros
ofensores.
Cada una de nuestras infracciones a vuestras
leyes, Señor, es una ofensa hacia vos y una deuda
contraída que tarde o temprano tendrá que pagarse.
Solicitamos de vuestra infinita misericordia el perdón
para ellas, con la promesa de hacer los debidos
esfuerzos para no contraer nuevas deudas.
Hicisteis una ley expresa de la caridad; pero la
caridad no consiste sólo en asistir al semejante en la
necesidad; consiste también en el olvido y en el perdón
de las ofensas. ¿Con qué derecho reclamaríamos vuestra
indulgencia, si nosotros mismos faltásemos a ella con
respecto a aquellos contra quienes tenemos motivos
de quejas?
Dadnos ¡oh Dios!, la fuerza para ahogar en
nuestra alma todo sentimiento, todo odio y rencor;
haced que la muerte no nos sorprenda con un deseo
de venganza en el corazón. Si os place el retirarnos
hoy mismo de este mundo, haced que podamos
presentarnos a vos puros de toda animosidad, a ejemplo
del Cristo, cuyas últimas palabras fueron de clemencia
para sus verdugos.
Las persecuciones que nos hacen sufrir los
malos, forman parte de nuestras pruebas terrenales y
debemos aceptarlas sin murmurar, como todas las otras
pruebas, y no maldecir a aquellos que con sus maldades
nos facilitan el camino de la felicidad eterna, porque
dijisteis por la boca de Jesús: “¡Bienaventurados los
que sufren por la justicia!” Bendigamos, pues, la mano
que nos hiere y nos humilla, porque las contusiones
del cuerpo fortalecen nuestra alma y seremos
levantados de nuestra humildad.
Bendito sea vuestro nombre, Señor, por
habernos enseñado que nuestra suerte no está
irrevocablemente fijada después de la muerte; que
encontraremos en otras existencias los medios de
rescatar y de reparar nuestras faltas pasadas, de cumplir
en una nueva vida lo que no pudimos hacer en esta por
nuestro adelantamiento.
Así se explican, finalmente, todas las anomalías
aparentes de la vida, pues es la luz derramada sobre
nuestro pasado y nuestro futuro, la señal
resplandeciente de vuestra soberana justicia y de
vuestra bondad infinita.

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Padre

Padre
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Ayudame Señor
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